Estado
Sus armas eran: Lanza de madera con punta de
obsidiana, el arco y la flecha con punta de obsidiana, y la
macana llamada
macuahuitl que era un barrote o garrote de menos de un metro de largo con afiladas hojas de
obsidiana incrustadas (capaces de matar o herir gravemente) y el
átlatl, palanca para arrojar
jabalinas tan efectiva que incluso podía atravesar mallas de acero (como lo experimentaron los españoles). Para defenderse tenían un
escudo llamado
chimalli hecho de madera y reforzado con tela o pieles ricamente pintadas y decorados con plumas;
yelmos de madera zoomorfos cubiertos con cuero también decorados y como armaduras cotas de algodón acolchado, de un tejido tan apretado que las flechas no lo atravesaban.
Los altépetl sometidos por el pueblo mexica no formaban un sistema político unificado sino, mejor dicho, un sistema de tributo a Tenochtitlan. Entre los pueblos nahuas, el dirigente más importante era llamado huey tlatoque ('gran jefe'), también conocido como huey tlatoani ('el que habla').
Después de la formación de la Triple Alianza, el modelo político mexica se asentó definitivamente como una monarquía electiva. Un consejo se encargaba de elegir al huey tlatoani, el cual, ya elegido, le daban facultades absolutas y sin restricción. Sin embargo, se sospecha que un huey tlatoani, Tízoc, fue envenenado por el consejo, por ser considerado inepto y débil. Es destacable que factores religiosos y cosmogónicos incidan en la formación de un gobierno tripartita como el de la Triple Alianza (donde México-Tenochtitlan llevaba el mayor poder y la mayor parte proporcional de tributos) luego de la derrota del poderío tepaneca y el sometimiento del altepetl de Azcapotzalco, ya que no fue la primera vez en formarse gobiernos de ese tipo.
Al momento de gobernar Moctezuma Xocoyotzin tributaban otros 38 altépetl (según el Códice Mendoza), en donde el tributo era el elemento central de sometimiento así como la cesión de tierras donde trabajaban labriegos de paga (mayeques) y el producto obtenido iba directamente al tlatoani; la aceptación de la deidad principal mexica, el suministro de hombres a los contingentes militares, el avituallamiento de los mismos al paso hacia una campaña de conquista y dirimir asuntos políticos y jurídicos en Tenochtitlan. Por ello es impreciso hablar de un imperio, dado que Tenochtitlan no buscaba una extensión geográfica per se o una unidad estatal o nacional sino un mayor allegamiento de recursos y obediencia al huey tlatoani. Fueron los más los altepetl que prefirieron tributar en lugar de recibir una expedición militar que quemara su templo principal y arrojara su deidad por las escalinatas (símbolo incluso representado iconográficamente en los códices de sometimiento de un altepetl).
En los altepetl más importantes residía además un calpixque o recaudador que centraba su actividad en la tributación. Los altepetl que aceptaban de forma expresa el dominio mexica les era permitido mantener sus formas y organizaciones administrativas y políticas así como deidades siempre y cuando fueran debajo de Huitzilopochtli. Solo en regiones importantes, de contención a otras etnias o donde había una rebelión abierta residían funcionarios mexicas con atribuciones de tlatoanis. Por más de 50 años y hasta la tasación hecha por el oidor Valderrama esta estructura se mantendrá con pocos cambios en los pueblos indígenas del centro de la Nueva España.
Ciudad
Originalmente, Tenochtitlan fue construido en un pequeño islote en el lago de Texcoco primitivo que de forma sucesiva fue ampliado artificialmente hasta quedar unido a los islotes de Tlatelolco, Nonoalco, Tultenco y Mixhuca, mediante una ingeniería hidráulica de rellenos, pilotes y canales internos, así como diques contenedores de aguas y puentes hasta alcanzar unos 13,5 kilómetros cuadrados. No existe un consenso sobre la población de Tenochtitlan, la mayor parte de los historiadores dan un valor conservador entre 80.000 a 230.000 habitantes, más grande que la mayor parte de las ciudades europeas de su época, Constantinopla (con 200.000 habitantes), París (con 185.000) y Venecia (con 130.000). Otros historiadores dan otras estimaciones: Eduardo Noguera, basándose en mapas antiguos, calcula 50.000 casas y 300.000 habitantes; Soustelle calcula 700.000 habitantes al incluir la población de Tlatelolco y la de las isletas y ciudades satélites de la zona. Tlatelolco originalmente era una ciudad independiente del poder mexica, pero eventualmente fue sometida, absorbida y convertida en un suburbio de Tenochtitlan.
Organización
Instituciones de gobierno
La autoriadad máxima en la ciudad de México-Tenochtitlan era un tlatoani (tlahtoani 'orador'). El "imperio azteca" llamado por sus súbditos "triple alianza" fue inicialmente una alianza militar de tres ciudades: Tezcoco, Tlacopan y Tenochtitlan. Al frente de cada una de estas había un tlatoani que era la máxima autoridad en esa ciudad. Con el paso del tiempo la ciudad de Tenochtitlan fue prominente y de hecho las otras dos pasaron a estar sometidas de facto a las órdenes del tlatoani de Tenochtitlan que por eso se denominó huēy tlahtoani ('gran orador') para señalar su posición por encima de los otros dos. Este es el cargo al cual la historiografía europea llama "emperador azteca".
Todos los puestos de tlatoanis (náhuatl tlahtoqueh o tlahtoanih) eran cargos hereditarios. Además de los tlatoanis existían los "nobles" (náhuatl pīpiltin) con muchos de los cuales el tlatoani tenía relaciones de parentesco. A esa clase pertencía frecuentemente la esposa del "emperador". El resto de la sociedad estaba formada por guerreros, sacerdotes y los plebeyos (náhuatl macehualtin)
Economía
Aspectos culturales
Religión
Escultura azteca de un hombre sosteniendo un fruto del árbol del
cacao
La religión mexica fue la síntesis de las creencias y tradiciones milenarias de los antiguos pueblos mesoamericanos, de una complejidad que implicaba la existencia misma, la creación del universo y la situación del ser humano respecto a lo divino, ligada estrechamente a la agricultura y a la lluvia. El concierto humano tenía en la naturaleza divina su razón de ser e implicaba diversos conceptos, de los que los mexicas fueron los herederos de un núcleo religioso mesoamericano construido a lo largo de muchos siglos.
Según lo expuesto por el estudioso Alfredo López Austin, en la concepción mesoamericana la materia se integraba de una parte animada — visible, tangible — y otra con una carga interna con dos fuerzas, una luminosa, caliente y seca y otra fría, oscura y húmeda, semejante a la noción del cosmos (que sintetizaba una creencia cosmogónica en que la parte luminosa era la bóveda celeste hasta el sitio donde habitaba el sol — de característica masculina/paterna, productora de lluvia fecunda — y la oscura con el inframundo — femenina/materna receptora de la lluvia fecundadora y sitio de la concepción humana y natural). Los dioses estaban integrados de forma variada por esas dos materias y mantenían una comunicación constante con los humanos, los que podían llegar a "alojar" en los cuerpos mundanos de forma intensa (convirtiendo al ser habitado en el dios mismo, como en las fiestas en que sacrificaban a un noble que era habitado por Xipe Tótec) o de forma ligera provocando perversiones o virtudes.
Estas fuerzas impregnaban todo lo habitado en la Tierra y su equilibrio caracterizaba el orden micro y macrocósmico, que debía ser mantenido. En el caso mexica, una sólida élite sacerdotal detentaba el poder de comunicación y de equilibrio como forma de sometimiento ideológico con el grueso de la población, neófita en las explicaciones cosmogónicas. Las fiestas religiosas tenían como fin equilibrar la voluntad creadora frente a la destructora o nociva y así garantizar la continuidad de los ciclos, desde el vital hasta el agrícola. Fue hasta los pueblos del Posclásico que la combinación de estas creencias junto a la de la necesaria renovación vital y reciclaje de las fuerzas vitales tuvo en la sangre humana la expresión viva del ritual de la continuidad. Por ello, se realizaban sacrificios ya fuera a los humanos invadidos de las fuerzas divinas y que eran inmolados con el fin de la renovación de los poderes de los dioses «humanizados» o en la búsqueda del alimento (el agua preciosa o atl-tlachinolli) vital para el aseguramiento del tránsito celeste. A partir de la reforma de Tlacaélel, se concretó la creencia para los mexicas de que la sangre era el alimento de Tonatiuh, el cual era transportado por el cielo en dos enormes serpientes. Esta creencia tiene su representación en la Piedra del Sol. En relación con esto cabe mencionar que las elites política, religiosa y militar practicaban la antropofagia ritual con las víctimas de los sacrificios.
Quetzalcóatl era un dios antiguo, anterior a los mexicas del cual hay diferentes versiones: Para algunos era el creador del hombre, mientras que para otros era un dios civilizador identificado como Prometeo. El mito de Quetzalcóatl es muy interesante para entender la reacción de los mexicas ante la llegada de los conquistadores. Este dios también es conocido como el dios del viento bajo el nombre de Ehécatl, que es una de sus formas, y otra de sus formas es la de dios del agua y dios de la fertilidad. Quetzalcóatl es considerado hijo de la diosa virgen Coatlicue y hermano gemelo del dios Xólotl. Como introductor de la cultura, él trajo al hombre la agricultura y el calendario, y es patrón del las artes y de los oficios. En un mito azteca el dios Quetzalcóatl permitió ser seducido por Tezcatlipoca, pero se arrojó a sí mismo a una pira funeraria lleno de arrepentimiento. Tras su muerte su corazón se convirtió en el lucero de la mañana, y como tal es vinculado con la divinidad Tlahuizcalpantecuhtli. En cualquier caso, este dios, descrito como un ser de rostro blanco y barbado, era un dios pacífico y civilizador, opuesto a los sacrificios humanos, que intentó detener esta práctica ritual. Al fracasar en su propósito, emigró hacia el este, prometiendo que un día regresaría en un año determinado de la cuenta mexica. Esto afectó en la actitud de los mexicas antes de la llegada de los primeros españoles (Hernán Cortés).